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querido entrar o perseverar en ella (LG 14).
847. Esta afirmación no se refiere a los que, sin culpa suya, no conocen a Cristo y a su Iglesia:
Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero
corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de
lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna (LG 16; cf DS 3866-3872).
848. "Aunque Dios, por caminos conocidos sólo por Él, puede llevar a la fe, 'sin la que es imposible
agradarle' (Hb 11, 6), a los hombres que ignoran el Evangelio sin culpa propia, corresponde, sin
embargo, a la Iglesia la necesidad y, al mismo tiempo, el derecho sagrado de evangelizar" (AG 7).
La misión, exigencia de la catolicidad de la Iglesia
849. El mandato misionero. "La Iglesia, enviada por Dios a las gentes para ser 'sacramento universal
de salvación', por exigencia íntima de su misma catolicidad, obedeciendo al mandato de su Fundador
se esfuerza por anunciar el Evangelio a todos los hombres" (AG 1): "Id, pues, y haced discípulos a
todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a
guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin
del mundo" (Mt 28, 19-20).
850. El origen la finalidad de la misión. El mandato misionero del Señor tiene su fuente última en el
amor eterno de la Santísima Trinidad: "La Iglesia peregrinante es, por su propia naturaleza, misionera,
puesto que tiene su origen en la misión del Hijo y la misión del Espíritu Santo según el plan de Dios
Padre" (AG 2). E;i fin último de la misión no es otro que hacer participar a los hombres en la
comunión que existe entre el Padre y el Hijo en su Espíritu de amor (cf Juan Pablo II, RM 23).
851. El motivo de la misión. Del amor de Dios por todos los hombres la Iglesia ha sacado en todo
tiempo la obligación y la fuerza de su impulso misionero: "porque el amor de Cristo nos apremia..." (2
Co 5, 14; cf AA 6; RM 11). En efecto, "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento pleno de la verdad" (1 Tm 2, 4). Dios quiere la salvación de todos por el conocimiento
de la verdad. La salvación se encuentra en la verdad. Los que obedecen a la moción del Espíritu de
verdad están ya en el camino de la salvación; pero la Iglesia a quien esta verdad ha sido confiada, debe
ir al encuentro de los que la buscan para ofrecérsela. Porque cree en el designio universal de salvación,
la Iglesia debe ser misionera.
852. Los caminos de la misión. "El Espíritu Santo es en verdad el protagonista de toda la misión
eclesial" (RM 21). Él es quien conduce la Iglesia por los caminos de la misión. Ella "continúa y
desarrolla en el curso de la historia la misión del propio Cristo, que fue enviado a evangelizar a los
pobres... impulsada por el Espíritu Santo, debe avanzar por el mismo camino por el que avanzó Cristo;
esto es, el camino de la pobreza, la obediencia, el servicio y la inmolación de sí mismo hasta la muerte,
de la que surgió victorioso por su resurrección" (AG 5). Es así como la "sangre de los mártires es
semilla de cristianos" (Tertuliano, apol. 50).
853. Pero en su peregrinación, la Iglesia experimenta también "hasta qué punto distan entre sí el
mensaje que ella proclama y la debilidad humana de aquellos a quienes se confía el Evangelio" (GS 43,
6). Sólo avanzando por el camino "de la conversión y la renovación" (LG 8; cf 15) y "por el estrecho
sendero de Dios" (AG 1) es como el Pueblo de Dios puede extender el reino de Cristo (cf RM 12-20).
En efecto, "como Cristo realizó la obra de la redención en la persecución, también la Iglesia está
llamada a seguir el mismo camino para comunicar a los hombres los frutos de la salvación" (LG 8).
854. Por su propia misión, "la Iglesia... avanza junto con toda la humanidad y experimenta la misma
suerte terrena del mundo, y existe como fermento y alma de la sociedad humana, que debe ser
renovada en Cristo y transformada en familia de Dios" (GS 40, 2). El esfuerzo misionero exige
entonces la paciencia. Comienza con el anuncio del Evangelio a los pueblos y a los grupos que aún no
creen en Cristo (cf RM 42-47), continúa con el establecimiento de comunidades cristianas, "signo de la
presencia de Dios en el mundo" (AG lS), y en la fundación de Iglesias locales (cf RM 48-49); se
implica en un proceso de inculturación para así encarnar el Evangelio en las culturas de los pueblos (cf
RM 52-54), en este proceso no faltarán también los fracasos. "En cuanto se refiere a los hombres,
grupos y pueblos, solamente de forma gradual los toca y los penetra y de este modo los incorpora a la
plenitud católica" (AG 6).
855. La misión de la Iglesia reclama el esfuerzo hacia la unidad de los cristianos (cf RM 50). En
efecto, "las divisiones entre los cristianos son un obstáculo para que la Iglesia lleve a cabo la plenitud
de la catolicidad que le es propia en aquellos hijos que, incorporados a ella ciertamente por el
bautismo, están, sin embargo, separados de su plena comunión. Incluso se hace más difícil para la
propia Iglesia expresar la plenitud de la catolicidad bajo todos los aspectos en la realidad misma de la
vida" (UR 4).
856. La tarea misionera implica un diálogo respetuoso con los que todavía no aceptan el Evangelio (cf
RM 55). Los creyentes pueden sacar provecho para sí mismos de este diálogo aprendiendo a conocer
mejor "cuanto de verdad y de gracia se encontraba ya entre las naciones, como por una casi secreta
presencia de Dios" (AG 9). Si ellos anuncian la Buena Nueva a los que la desconocen, es para
consolidar, completar y elevar la verdad y el bien que Dios ha repartido entre los hombres y los
pueblos, y para purificarlos del error y del mal "para gloria de Dios, confusión del diablo y felicidad
del hombre" (AG 9).
IV. LA IGLESIA ES APOSTOLICA
857. La Iglesia es apostólica porque está fundada sobre los apóstoles, y esto en un triple sentido:
- Fue y permanece edificada sobre "el fundamento de los apóstoles" (Ef 2, 20; Hch 21,
14), testigos escogidos y enviados en misión por el mismo Cristo (cf Mt 28, 16-20; Hch
1, 8; 1 Co 9, 1; 15, 7-8; Ga 1, l; etc.).
- Guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la enseñanza
(cf Hch 2, 42), el buen depósito, las sanas palabras oídas a los apóstoles (cf 2 Tm 1, 13-
14).
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