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indios pieles-rojas existen en el siglo XX como fantasmas o como nombres de lugares, de r�os... el
Miskatonic o el Pawtuxet es un largo r�o "que discurre por muchas regiones colonizadas en las que
abundan los cementerios" (The Case of Charles Dexter Ward). La misma ausencia de pieles-rojas de sus
propios bosques expresa el alejamiento de esta extra�a tierra. Oscuramente sat�nicos, est�n aliados con
el propio Satan�s, que no es m�s que una met�fora de los Seres Mayores o de lo innominable. No son
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Mundo Desconocido: El Necronomicon
hombres, sino una parte del paisaje, seres de la misma sustancia que los retorcidos y malignos �rboles,
que el agresivo follaje, del cual podr�an brotar flores carn�voras en cualquier momento.
El mal forma parte de la estructura de "aquellas antiguas, secretas e inquietantes colinas", "las salvajes y
encantadoras colinas detr�s de la vieja Arkham condenada por los brujos". Pero la magia negra de dichas
colinas no es la de Sabbath, aunque Lovecraft se refiere a menudo a Cotton Mather; aquellos arcos
esculpidos. en las profundidades del bosque (v�ase The Case of Charles Dexter Ward) son las "puertas
que ciertos hombres audaces y aborrecibles han condenado totalmente con tit�nicos muros entre el
mundo y el exterior absoluto" (Through the Gates of Silver Key). Los antiguos sabios empleaban
m�todos cabal�sticos para escapar del tiempo, hacia el reino infernal de la mitolog�a Cthulhu; el bosque
guarda estos secretos en su laberinto vegetal. Porque el bosque es una especie de laberinto. Pero un
laberinto sensible; tiene un "alma terrible" (The Tomb). El bosque es un voraz y multiforme ser capaz de
sentir pasiones, y las expresa con el movimiento inesperado y sin motivo de las ramas y con los
remolinos de un viento que mueve las hojas pero que no podr�amos sentir en nuestros rostros.
Los panoramas ciudadanos de Lovecraft tambi�n son laberintos. Un laberinto es una estructura
arquitectónica, aparentemente sin objetivo alguno; su dise�o es tan complejo que, una vez en su interior,
es imposible o muy dif�cil salir de �l. Algunos antiguos laberintos parecen haber sido dise�ados como
trampas para demonios. Una vez las malignas criaturas han sido atra�das a su interior, quedan atrapadas
lo mismo que un genio en una botella. Para comprender mejor los misteriosos laberintos de Lovecraft,
Waldemar Fenn cree que algunos laberintos prehistóricos deber�an interpretarse como im�genes de los
movimientos aparentes de los cuerpos astrales. En De Groene Leeuw hay una ilustración de Goose van
Wreewyk (Amsterdam, 1672) que representa el santuario de la piedra de los alquimistas rodeada de
paredes que son las órbitas de los planetas, sugiriendo de esta manera un laberinto cósmico. Como un
laberinto es un s�mbolo efectivo de la angustia existencial, la presentación de innumerables elecciones de
las cuales sólo una es o puede ser la acertada, las laber�nticas ciudades, pueblos y catacumbas de
Lovecraft, transportadas a una escala cósmica, sugieren la posibilidad de un p�nico eterno e infinito.
El laberinto es el s�mbolo de la interioridad, de la esencia profunda,. del atormentado viaje hacia el
centro del inconsciente, el n�cleo de la oscuridad. En esta oscuridad, la ceguera es una claridad: "Las
m�s profundas cavernas no son para la comprensión de los ojos que ven", cita Lovecraft del
Necronomicon del loco �rabe. Uno de los primeros relatos de Lovecraft empieza as�: "Estaba
absolutamente perdido, perdido sin esperanza en el laber�ntico nicho de la Cueva de Mammoth" (The
Beast in the Cave). No existe ning�n laberinto que no tenga un minotauro como secreto central.
Uno debe perderse para encontrarse a s� mismo; el bosque, el laberinto y los api�ados barrios bajos de las
grandes ciudades sirven para la misma función: son confusos paisajes de hormigón en los que, con el
m�s viejo y poderoso de los miedos, uno puede perderse a s� mismo completamente. El laberinto es el
camino hacia dentro; fuera, a la luz del d�a, en la Sala Com�n de los alumnos de �ltimos cursos de la
Universidad Miskatonic, dice, no hay nada que temer.
La descripción de la ciudad de Providence, Rhode Island, en The Case of Charles Dexter Ward, ofrece
una espec�fica desviación de la exterioridad, del seguro mundo p�blico, y un descenso hasta el peligroso
laberinto. El joven Ward vive en una gran mansión georgiana, construida en la edad de la razón. Est� en
la cima de una colina, en el claro aire inmaculado a la vista de todos; es un paisaje exteriorizado y, por
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