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(Salen el Príncipe Enrique, Poins, Peto y Bardolfo)
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FALSTAFF.- Y ahora que llegaba el trozo más apetecible de la noche,
tener que partir sin comerlo! (Llaman a la puerta) Otra vez golpean?
(Vuelve Bardolfo)
Y bien, qué es lo que hay?
BARDOLFO.- Debéis ir a la corte inmediatamente, señor; una docena
de capitanes os esperan ahí abajo.
FALSTAFF.- (Al Paje) Paga a los músicos, pillete. Adiós, posadera.
Adiós, Doll. Ya veis, muchachos, como los hombres de mérito son
rebuscados; los inservibles pueden dormir, cuando el hombre de
acción es solicitado. Adiós, mis buenas criaturas. Si no me expiden de
prisa, os volverá a ver aquí antes de partir.
DOROTEA.- No puedo hablar!...Si mi corazón no está por estallar!...
Adiós, mi Jack adorado, cuídate mucho.
FALSTAFF.- Adiós, adiós!
(Salen Falstaff y Bardolfo)
POSADERA.- Adiós! Hará, para los guisantes verdes, veinte y nueve
años que te conocí. Un hombre más honorable y de corazón más
sincero!... Vamos, adiós!
BARDOLFO.- (De dentro) Doña Rompe Sábana!
POSADERA.- Qué hay?
BARDOLFO.- (De dentro) Decid a Doña Rompe-Sábana que venga a
donde está mi amo.
POSADERA.- Corre, Doll, corre; corre, buena Doll!
(Salen)
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ACTO III
ESCENA I
EN EL PALACIO REAL.
(Entra el Rey Enrique, en traje de interior y un paje)
REY ENRIQUE.- Ve a llamar a los condes de Surrey y de Warwick;
pero, antes de venir, diles que lean estas cartas y que presten mucha
atención a su contenido. Ve a prisa.
(Sale el paje)
Cuantos millares de mis más humildes súbditos duermen a esta hora!
Sueño, dulce sueño, suave nodriza de la naturaleza, qué espanto te he
causado, que no quieres ya cerrar mis párpados y empapar mis
sentidos en el olvido? Porqué, o sueño, prefieres y te complaces en las
chozas ahumadas, tendido sobre incómodos jergones, adormecido por
el zumbar de los insectos nocturnos, en vez de las perfumadas
moradas de los grandes, bajo doseles de lujosa pompa, arrullado por
los sonidos de la más dulce melodía? O torpe dios, porqué reposas con
el miserable, sobre lechos infectos y abandonas la cama real, como la
garita del centinela o la atalaya de la campana de alarma? Vas hasta
lo alto de los mástiles vertiginosos a cerrar los ojos del grumete y a
mecer su cabeza en la ruda cuna de la mar imperiosa, bajo el empuje
de los vientos, que toman las olas brutales por la cima, rizan sus
cabezas monstruosas y las suspenden a las nubes fugitivas entre
clamores que atruenan, estruendo que despierta: a la muerte misma.
Puedes, oh! parcial sueño, dar tu reposo en hora tan ruda al grumete
aterido y, en la noche más serena y más tranquila, en medio de las
comodidades y regalos del lujo, lo rehúsas a un rey? Reposad en paz,
humildes felices! Inquieta vivo la cabeza que lleva una corona!
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(Entran Warwick y Surrey)
WARWICK.- Mil días felices a Vuestra Majestad!
REY ENRIQUE- Cómo? Ya el buen día, milord?
WARWICK.- Es más de la una de la mañana.
REY ENRIQUE.- Entonces, felices a vosotros todos, milords. Habéis
leído las cartas que os he enviado?
WARWICK.- Sí, mi señor.
REY ENRIQUE.- Veis pues en qué estado deplorable está el cuerpo de
nuestro reino y que mal acerbo y peligroso le ataca cerca del corazón.
WARWICK.- No es aun más que un cuerpo perturbado, que puede
recuperar su fuerza primitiva con buenas resoluciones y remedios
ligeros; milord Northumberland se enfriará pronto.
REY ENRIQUE.- Oh cielos! Si pudiera leerse el libro del destino y
ver las revoluciones de los tiempos allanar las montañas y el
continente, cansado de su sólida firmeza, fundirse en el mar! O, en
otras épocas, la húmeda cintura del Océano ensancharse hasta aislar el
cuerpo de Neptuno! No poder ver todas las ironías de la suerte y de
cuantos licores variados la fortuna llena la copa del azar! Si todo esto
pudiera verse, el joven más feliz, viendo el camino a recorrer, los
peligros pasados, las angustias venideras, querría cerrar el libro,
tenderse y morir. No han transcurrido diez años que Ricardo y
Northumberland, grandes amigos, se regalaban juntos; dos años
después, estaban en guerra. Solo hace ocho años, ese Percy era el
hombre más cerca de mi alma; como un hermano me ayudaba en mis
trabajos, ponía a mis pies su amor y su vida y hasta iba, por mi causa,
ante los ojos mismos de Ricardo, a arrojarle un cartel. Pero cuál de
vosotros estaba allí? (A Warwick) Vos, primo Nevil, lo recuerdo;
cuando Ricardo, con los ojos llenos de lágrimas, vilipendiado o
injuriado por Northumberland, dijo éstas palabras, que el tiempo ha
hecho proféticas: Northumberland, tú la escala por la que mi primo
Bolingbroke sube a mi trono (el cielo sabe que no tenía entonces tal
intención; pero la necesidad inclinó tanto el Estado, que la grandeza y
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yo nos vimos compelidos a besarnos); el tiempo vendrá, continuó, el
tiempo vendrá en que este crimen odioso, formando absceso,
reventará en corrupción! Y siguió hablando, profetizando los sucesos
de esta época, y la ruptura de nuestra amistad.
WARWICK.- Se encuentra siempre en la vida de los hombres algún
acontecimiento que representa el estado de los tiempos extinguidos;
observándolo, un hombre puede predecir, casi sin errar, los
principales azares de las cosas, que aun no han venido a la vida y que,
en su germen y débil comienzo, yacen atesorados. Esas cosas son el
huevo y la progenie del porvenir. Así por la formación necesaria de
éstas, el rey Ricardo ha podido crear un perfecto vaticinio de que el
gran Northumberland, falso entonces para con él, llegaría, por esa
semilla, a una traición mayor, que no encontraría terreno para
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